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¡Tú Puedes! Mujeres en la parashá Behalotjá parte 1

¡Tú Puedes! Mujeres en la parashá Behalotjá Hace tiempo que sé que una mujer debe dedicar tiempo a alguna actividad física. Es bueno para la salud, estimula la circulación sanguínea, expande la vida social y… afecta positivamente en la figura. Pero qué hacer cuando cada vez que surge la idea de empezar a moverse, surgen […]

¡Tú Puedes! Mujeres en la parashá Behalotjá parte 1

¡Tú Puedes! Mujeres en la parashá Behalotjá

Hace tiempo que sé que una mujer debe dedicar tiempo a alguna actividad física. Es bueno para la salud, estimula la circulación sanguínea, expande la vida social y… afecta positivamente en la figura. Pero qué hacer cuando cada vez que surge la idea de empezar a moverse, surgen bandas, bandas de excusas ingeniosas y convincentes: no tengo tiempo, no tengo energía, hay platos en el fregadero, y la pila de ropa para lavar realmente no me permite salir. Simplemente no puedo.

Por Irit Tzipori

Tú Puedes

Hace tiempo que sé que una mujer debe dedicar tiempo a alguna actividad física. Es bueno para la salud, estimula la circulación sanguínea, expande la vida social y…

Afecta positivamente en la figura. Pero qué hacer cuando cada vez que surge la idea de empezar a moverse, surgen bandas, bandas de excusas ingeniosas y convincentes: no tengo tiempo, no tengo energía, hay platos en el fregadero, y la pila de ropa para lavar realmente no me permite salir. Simplemente no puedo.

“No puedo”: escucho esta frase con muchas variaciones de las queridas mujeres que me rodean: “Quiero aprender una nueva profesión pero no puedo, debo cambiar de trabajo, pero no me atrevo, salir de vacaciones con tranquilidad con su pareja, superar los pensamientos de miedo, fortalecer la observancia de las mitzvot, iniciar un nuevo proyecto, o dejar de comer antes del postre… de verdad tengo muchas ganas, pero no puedo. No tengo tiempo y no tengo dinero, ni tampoco tengo demasiada fuerza. Y en general me siento sola y sin ayuda, en un mundo lleno de colosales tareas”.

¿Cómo sucedió que dejamos de creer en nuestras fuerzas? Después de todo, en nuestra juventud sentíamos que podíamos hacer casi cualquier cosa: corríamos sin restricciones, desarmábamos aparatos, trepábamos a los árboles y preguntábamos todo descaradamente para saber por qué y cómo. Y hoy, a veces, tenemos miedo de dar el paso siguiente, temerosas de fracasar y desconfiamos de la crítica. Hemos aprendido a calcular cada paso que damos, a tal punto que más de una vez quienes nos dirigen son las mismas voces que dicen: “No lo intentes, no tienes chance…”

Si existe un manantial de fuerzas, busco encontrarlo y comienzo a buscarlo en la parashá de esta semana. “Cuando eleves las velas”, Hashem le pide encenderlas a Aharón el Sumo Sacerdote, encender la menorá hasta que la llama se mantenga encendida por sí misma. En mí tengo también una menorá dorada como esa, en mi cuerpo, y dentro de ella la llama del alma capaz de esparcir una luz preciosa. Dentro del cuerpo que es un candelabro de oro, yace la mecha, yace el alma. Dios encendió el alma e hizo por ella todo lo que ella necesitaba para iluminar y seguir iluminando. En todas partes de mi mundo. La llama se enciende y se eleva por sí misma. Todavía tiene en ella impresión del tacto de las manos amadas del sacerdote, pero ya no lo necesita. Brilla con luz propia, y está lista para emprender un viaje para encender más y más almas, más y más lugares.

 

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