Todo el mundo tiene un papel
En el citado maamar que analiza en su totalidad la severidad de la prohibición del odio gratuito y su origen en la psique humana, se explica que el motivo de separación y controversia es el ser ego del humano. El hombre siente su realidad y la considera en cada detalle, hasta que cualquier otra realidad interfiere con su realidad.
En este contexto, se destaca un punto interesante: la falta de unidad es una brecha entre personas con conocimientos y talmidei jajamím que entre personas simples.
Esto se debe a que si una persona desarrolla una autopercepción incorrecta, le resulta difícil ver la virtud que se le asemeja, ya que la percepción misma de la virtud de la otra persona reduce ostensiblemente su autoestima. Y el resultado es que aquellas personas que indudablemente tienen virtudes manifiestas y se dedican a áreas similares a la ocupación de esa persona, su presencia es percibida por él como una amenaza para su estatus: según su entender, la existencia de personas superiores necesariamente disminuye su valor y virtud.
Cuando miras el fenómeno en profundidad, te das cuenta de que el problema comienza cuando una persona carece de una verdadera autoestima. Debido a esta carencia, cada virtud que reconoce en su amigo se percibe a sus ojos como un factor que subestima su propia importancia y realidad. Si no hay personas con virtudes a su alrededor, y él será la único virtuoso, y su importancia permanecerá en plena vigencia. Este pensamiento lo priva de la capacidad de estar con otros en unión e inclusión.
La actitud verdadera y justa hacia los demás se desarrollará precisamente a partir del reconocimiento de las virtudes de cada uno sin temor a que tal reconocimiento perjudique sus propias virtudes.
Guerra sin daños
A veces una persona puede pensar para sí misma, es verdad que la unidad es un asunto muy importante y necesario, y que la guerra por la unidad es la guerra contra la “klipat Midián”, pero ¿qué tengo yo que ver con este problema? ¿Por qué debería ‘intervenir’? Es mejor que me siente en silencio y calma, y deje que otros se esfuercen por aumentar la paz y la unidad.
En uno de sus santos discursos (16 Tamuz 5764), el Rebe trae ‘calma’ y promete que ningún daño puede producirse cuando un judío, por amor a Israel, intenta trabajar por una mayor unidad y anular asuntos de disputas y contiendas.
Y así dice el Rebe: “En todas las guerras libradas por los hijos de Israel, hubo victoria, pero al mismo tiempo, en cierta medida también hubo una daño – de todas maneras en forma temporal, para uno o dos o más de los Hijos de Israel. Pero en la guerra contra Midián sucedió algo inusual: “no se perdió ningún hombre”, todos los hijos de Israel, -cada uno- regresaron de esta guerra en su totalidad, ¡sin ningún defecto en nadie! Porque, fue una guerra especial, “para dar la venganza de Dios en Midián”.
Y es comprensible que cuando un judío va a participar en una guerra espiritual contra Midián, es decir, para anular cualquier asunto de disputa y contienda entre los hijos de Israel y agregar amor y la unidad en Israel, tiene un poder especial para cumplir esta misión en su totalidad, con alegría y de buen corazón, y tiene la garantía de regresar en plenitud, “no se perdió ningún hombre”, íntegro en su cuerpo y alma, e incluso en su propiedad”.
De esta manera, incluso el diez de Tevet se convirtió en un día de redención. Y como explica el Rebe en Devar Maljut de Parashat Vaiejí, respecto al diez de Tevet, que aunque Hashem muestra a Ezequiel en la profecía el sitio de la ciudad del diez de Tevet, y el hierro es una señal del sitio y la destrucción que vendrá sobre el Templo, pero el mensaje profundo es que el hierro es una señal también de fortaleza y firmeza, y por eso alude al tercer Templo, que será tan fuerte y eterno como el hierro, y será construido con hierro.