Un joven que enciende en el salón de la ieshivá y bendice, no tiene que encender nuevamente en su cuarto, porque hay ciertas opiniones que sale de la obligación de esa manera. Y esto no es parecido a encender las velas en la sinagoga luego de minjá, donde nadie cumple con su obligación con esto, por lo tanto el que enciende tiene que bendecir nuevamente en su casa.