Ask The Rabbi

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categoría:  Dilemas educativos

Religión y Ciencia

Nombre del rabino: Rabino Jaim Frim

Shalom rabino.

Cuando conocí la Torá, desde mi óptica científica bioquímica, noté al principio una controversia entre los postulados, y luego al leer entre líneas empecé a ver similitudes. ¿Por qué los científicos y religiosos se llevan tan mal?

Las ideas abstractas sobre ética o los sentimientos de obligación moral no pueden ser aprehendidas cognoscitivamente. Este es, como se destacó, un conocimiento unipersonal y objetivo. Ellas pertenecen al dominio del conocimiento existencial, lo que es una forma de conocer aquello que no puede ser expresado en símbolos lingüísticos. Esto genera una implicación subjetiva – el conocimiento del hombre de su estado consciente.  Por consiguiente, resulta claro que el método científico no puede ayudar a construir una base moral para una vida de valores y objetivos.

Parece obvio que el desarrollo del conocimiento científico no desmerece a la Torá sino que, por el contrario, acrecienta las presiones y tensiones psicológicas que operan sobre el hombre, y de esta manera la necesidad de la Torá se vuelve mucho más imperiosa. Las ciencias exactas pueden ser el vehículo, pero su guía y carta itineraria son las divinas instrucciones de la Torá.

Volviendo a nuestro tema principal, la aparente contradicción entre ciencia y Torá, veremos que actualmente los restos de las actitudes filosóficas del siglo XIX, si bien acercamientos positivistas a la ciencia, un “camino real” hacia la revelación de la verdad única y esencial, se han vuelto anti­cuados debido a los recientes descubrimientos de la ciencia y al desarrollo de la filosofía de la ciencia.

Analicemos, en primer lugar, la definición de verdad. Este concepto ha sido definido y utilizado de diversos modos. Examinaremos tres de ellos:

1.- Verdad correspondiente – significa que una proposición es verdadera si, y solo si denota el estado actual de los hechos que prevalecen en el mundo. Esta es la idea más corriente de la verdad.

2.- Verdad coherente – implica que una proposición es ver­dadera si, y solo si es consecuente con todo un sistema de ra­zonamiento. Por ejemplo, cuando se promulga una nueva ley civil más de uno pretende que ella representa la única forma de justicia absoluta y verdadera. A menudo sirve a los intere­ses del gobierno o refleja la opinión pública corriente, que puede cambiar rápidamente. Sin embargo, esta nueva ley es verificada concienzudamente para que no haya contradicción y en pro de la armonía y la uniformidad de espíritu con el res­to del código civil. Es decir, sabemos que no se trata necesaria­mente de una verdad correspondiente, pero exigimos que sea una verdad coherente.

3.- Verdad pragmática, lo que significa que la verdad de una proposición se mide solo según su utilidad. La tercera ley de Newton es verdadera porque nos permite construir misiles al utilizarla como principio orientador. Para ella no hace fal­ta nada más.

Ahora podemos volver a exponer nuestro tema de acuerdo con esas definiciones y arrojar una nueva luz sobre él.

La Torá, como creación divina, es una verdad correspon­diente basada en la realidad: “El Señor miró la Torá y creó el mundo” (Midrash). Esto también es perfectamente cohe­rente.

Por otra parte, la ciencia es solamente una verdad pragmática y las proposiciones de las distintas disciplinas son, a menudo, solo parcialmente coherentes. Por lo tanto, resulta evidente que no puede haber contradicción entre ciencia, una verdad pragmática, y Torá, verdad correspondiente.

A la ciencia no se le exige que refleje la realidad sino solo que sirva como modelo de trabajo para la utilización del mundo físico en beneficio de la humanidad. Antes de aclarar esta aseveración debemos recalcar que esta definición de ciencia no va en desmedro de su integridad espiritual. ¡Por el contrario! La ciencia se jacta de ser un sistema autocorregible. Su metodología exige que cada una de sus leyes esté sujeta a la posibilidad de duda. Esto permite la mejora continua de la ciencia y, por consiguiente, el beneficio creciente de la humanidad. A su naturaleza pragmática se debe al hecho de que a veces a la ciencia se le haga necesario sacrificar el requisito de coherencia total.

Fuentes