- En cada generación hay más de 36 Tzadikim [justos].
Ver Rambam, Hiljot Teshuva, capítulo 3, Halajá 1.
- En el Talmud Sukka 45b y el Talmud Sanhedrin 97b, nuestros Sabios, los Jajamim, dicen:
“Hay 36 Tzadikim, en cada generación que ameritan …”
Ver también Baer Hetev, pasaje 9 sobre Shuljan Aruj, capítulo 645.
Se trata ahí, de Tzadikim habiendo alcanzado un nivel muy especial.
- Hoy en día, nadie puede conocer los tzadikim en cuestión.
En este mundo, no siempre es posible estar seguro de comprender correctamente todas las cosas que vemos, y mucho menos las que escuchamos.
Nuestras facultades son limitadas y nuestra imaginación, aunque fértil, a veces es delirante, absurda e incluso falsa.
Un ejemplo:
Cuando el profeta Samuel estaba frente a los hijos de Ishay para ungir al que iba a convertirse en rey de Israel, Hashem le dijo:
“No consideres su rostro ni su estatura alta, que yo lo alejo. Lo que el hombre ve no importa: el hombre solo ve el exterior, Di-s mira el corazón”.
Vea Shmuel 1, capítulo 16, versículo 7.
Nuestros Sabios incluso nos enseñan que más adelante en el Gan Eden no debería sorprendernos si algunos de los que estaban abajo en este mundo están arriba y viceversa.
Conclusión:
“Lo que el hombre ve no importa: el hombre solo ve el exterior, Di-s mira el corazón”.
Para ilustrarlo te voy a contar una historia:
Un grupo de jasidim se paró con el corazón roto junto a la cama de su maestro, el rabino Zvi Elimelej Midinov (también conocido como “Bnei Isajar” por su obra). El Rebe se durmió y sus días estaban contados. Se quedaron allí junto a sus hijos y nietos, preguntándose: ¿Qué les diría su rabino antes de devolver su alma a su creador?
Pero el Rebe cerró los ojos y no dijo nada. “El Rebe transcurre sus últimos momentos en la tierra con la contemplación Divina”, pensaron los jasidim. “¡Qué egoísta de nuestra parte querer que nos hable!”
De repente se abrió la puerta y entró un judío campesino. Un momento después, el Rebe abrió los ojos.
“R. Shmuel”, el Rebe se dirigió a la misma persona. “¿Quieres preguntar algo?”
“Rabino, la lana que compré bajó de precio y ahora no sé qué hacer con ella, gasté mucho dinero en comprarla y necesito sostener a mi familia, no encuentro compradores y cada vez baja más de precio, no sé qué hacer. ¿qué hago en ella?” Preguntó el judío.
“No se preocupe, R. Shmuel”, dijo el rabino Zvi Elimelej. “Espere hasta el año que viene, el precio de la lana subirá y podrá venderla con una ganancia considerable”.
El Rebe volvió a cerrar los ojos y, unos momentos después, su alma pura y noble ascendió las alturas celestiales sin ninguna queja ni dolor.
En los días posteriores a su muerte, los seguidores hablaron con entusiasmo sobre el extraño suceso. Aparentemente fue uno de los tzadikim ocultos que vino a transmitir un mensaje importante a nuestro Rabino, se dijeron el uno al otro.
Las palabras llegaron a oídos de Rabí David, hijo de Rabí Zvi Elimelej. “Están equivocados”, les dijo a los seguidores con una sonrisa. “Ese Samuel es de hecho un judío simple, que a menudo venía a mi padre para pedirle consejo sobre su negocio.
“Recientemente compró una gran cantidad de lana, pero el precio de la lana bajó. Como siempre, vino a pedirle consejo a mi padre, sin saber que esos eran sus últimos momentos.
“Incluso en los últimos momentos, el momento en que se aferró al Creador del mundo, mi padre sintió que había un judío que necesitaba su ayuda y se apresuró a ayudarlo”, concluyó el rabino David.
Así, no importa quiénes son esos tzadikim ocultos, lo importante es que están aquí y cumplen su misión sin que nadie se entere, pero gracias a ellos el mundo sigue existiendo.
