Ask The Rabbi

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categoría:  Confianza en Dios

La parashá de nacimiento

Nombre del rabino: Rabino Jaim Frim

Quisiera saber qué parashá se leyó el 24 de Iyar 5725 (1965).

Toda raba y quisiera saber qué plegaria hacer para vender mi mercadería en mi negocio.

Desde ya agradezco muchísimas gracias. SHALOM
Atte Ester Desde Mendoza Argentina

El día 24 de Iyar 5725 fue el día 39 del omer, el cuarto día de la semana parashat Bamidbar, en el Desierto.
Esta es la porción de la parashá que se leyó el día en que naciste.
Números Capítulo 3
1 Éstas son las crónicas de Aarón y Moshé en el día que Dios le habló a Moshé en el Monte Sinaí:
2 Éstos son los nombres de los hijos de Aarón: Nadav (el primogénito), Avihú, Eleazar e Itamar.
3 Éstos son los nombres de los hijos de Aarón que fueron los sacerdotes ungidos, instalados para servir.
4 Nadav y Avihú murieron delante de Dios cuando ofrecieron un fuego no autorizado a Dios en el desierto de Sinaí. No tuvieron hijos. De este modo, [sólo] Eleazar e Itamar sirvieron como sacerdotes durante la vida de Aarón su padre.
5 Dios le habló a Moshé, diciendo:
6 Trae a la tribu de Leví, y preséntala a Aarón el sacerdote, de modo que [sus miembros] le sirvan.
7 Ellos salvaguardarán Mi obligación y la obligación de toda la comunidad en lo relativo a la Tienda de Comunión, efectuando cualquier servicio necesario en el Tabernáculo.
8 Ellos guardarán todos los accesorios de la Tienda de Comunión, junto con [todo lo demás] que los israelitas hayan confiado para el servicio del Tabernáculo.
9 Entrega a los levitas a Aarón y a sus descendientes. Ellos son su dádiva de los israelitas.
10 Da instrucciones especiales a Aarón y a sus descendientes para que salvaguarden su sacerdocio. Cualquier no sacerdote que participe morirá.
11 Dios le habló a Moshé, diciendo:
12 He separado a los levitas de los [otros] israelitas de modo que tomen el lugar de todos los primogénitos (que inician la matriz) entre los israelitas, y los levitas serán Míos.
13 Esto es porque todo primogénito llegó a ser Mío el día que maté a todos los primogénitos de Egipto. Entonces santifiqué para Mí todo primogénito en Israel, hombre y bestia por igual, [y] ellos permanecerán Míos. Yo soy Dios.

Que Hashem te bendiga en todo lo el esfuerzo de tus manos y te de sustento en abundancia.
Di-s le dijo al pueblo judío que después de entrar a la tierra de Israel y plantar árboles frutales, uno no debe comer fruta de un árbol recién plantado durante los primeros tres años de su crecimiento. Los frutos que produce el árbol en su cuarto año deben ser considerados “santos”, lo que en este caso significa que deben ser llevados al Tabernáculo (o, posteriormente, al Templo santo) para ser consumidos en los alrededores ( o la ciudad). Es a partir del quinto año que los frutos se pueden consumir libremente.
[Di-s ordenó al pueblo judío que se abstuviera de consumir el fruto de sus árboles durante los primeros tres años, y considerar los frutos del cuarto año como sagrados] “para aumentar el producto para ustedes. » Levítico 19.25
Sorprendentemente, Di-s nos dice que la observancia de estas restricciones sobre el consumo del fruto de un árbol durante sus primeros cuatro años debe estar en la perspectiva de la abundancia prometida en el quinto año y en los subsiguientes. ¿No debería enfatizarse la santidad de los frutos del cuarto año en lugar de la producción del quinto año y los subsiguientes cuyos frutos son ordinarios?
La respuesta es que la santidad como tal no es la meta de la vida; lo que está en juego en la vida es imbuir lo ordinario de santidad, porque solo de esta manera podemos hacer que lo Divino resida en todos los aspectos de la vida al llevar a buen término el propósito de la Creación. Esto es precisamente lo que logramos cuando hacemos un uso santificado de los frutos del quinto año y de los años subsiguientes que no son fundamentalmente santos. Esto es especialmente evidente cuando reconocemos que debemos las abundantes bendiciones del quinto año al cumplimiento de los mandatos de Di-s durante los cuatro años anteriores
Likoutei Si’hot, vol. 7, págs. 134–138.

 

Fuentes