Ask The Rabbi

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categoría:  Luminarias de Israel

La Espiritualidad de la Mujer

Nombre del rabino: Rabino Jaim Frim

¿Cómo viven las mujeres judías su espiritualidad? Es decir, con tantas responsabilidades como el de criar los hijos, velar por las tareas del hogar y ser la mano derecha de su esposo, ¿Cómo organizarse para darse un tiempo donde pueda conectarse con el Padre Celestial, si por ejemplo, tiene bebés que atender y amamantar?

Di-s creó a cada persona con una misión particular que cumplir. La persona recibe todas las “herramientas” que necesita para lograr la misión de su vida. Llevar a cabo esta misión es lo más importante que uno puede hacer.

Es el mérito específico de las mujeres virtuosas que nos traerá la redención final, este es enfoque del judaísmo hacia la mujer. El concepto de que la mujer son asemejadas a esclavos, etc. no es un concepto judío. Debes leer lo que el Midrash tiene para decir acerca de nuestras heroínas judías como Sara, Rebeca, Rajel, Miriam, Jana, etc. etc.. Estas mujeres prototípicas fueron cualquier otra cosa menos “ciudadanos de segunda clase”. Estas mujeres judías “ideales son ejemplos a imitar por todas las mujeres judías a través de toda la historia.

Las mujeres tienen una capacidad especial de conectarse con el Creador, por su sensibilidad de ser madres y conectarse con su marido, hijos e hijas, eso es porque Hashem puso en ellas un sentido especial: el entendimiento, que corresponde a la sefirá de Biná, que en Cabalá se llama Ima, “madre”.

Para darte un ejemplo te transmito esta historia del Saraf de Moglanitza

La madre de Rabi Meir Iejiel, la Rebetzin Pearl, dio a luz a muchos niños que murieron poco después de nacer, Hashem se apiade. Su padre, el rabino Israel de Kuzhnitz, la llevó a muchos de los tzadikim de la generación para pedir sus oraciones por ella. En un viaje al Rebe Elimelej de Lizhensk, la Rebetzin Pearl le imploró que le prometiera un hijo, y ella dio a luz a un hijo que no murió poco después de su nacimiento. El hijo se llamaba Moshe.

Una vez escuchó a su abuelo, el Maguid de Kozhnitz, hablar sobre las Aguas de la Disputa en la porción de la Torá de Jukat. Para sorpresa de la audiencia del Maguid y deleite de su abuelo, el niño de siete años se levantó y explicó detalladamente por qué Moshé hizo lo correcto al golpear la roca. Esa misma semana, el martes, el niño Moishele rezó largamente la Oración Silenciosa. Cuando su abuelo le preguntó por qué estaba orando durante tanto tiempo, respondió que le había sido revelado desde el Cielo que pronto fallecería. Agregó que de nada serviría orar por él porque el decreto ya había sido impuesto. Ese mismo día, el niño enfermó y falleció el jueves siguiente. Su abuelo, el Maguid, explicó que tenía el alma de Moshé y que el propósito de su descenso al mundo era solo para explicar por qué Moshé golpeó la roca en las Aguas de la Disputa.

La Rebetzin Pearl estaba desconsolada por la muerte de su hijo y le suplicó a su padre que la bendijera con otro hijo. Su padre le explicó que debido a sus elevados pensamientos (particularmente durante las relaciones maritales con su esposo) estaba atrayendo almas extremadamente santas al mundo y que no podían existir aquí. Para dar a luz a un alma que fuera capaz de existir en este mundo, su padre le aconsejó que se volviera más “tosca” y vistiera una prenda que estaba de moda en ese momento. “Entonces”, le dijo su padre, “la gente dirá que eres descarada y podrás atraer un alma inferior al mundo”.

La Rebetzin Pearl fue a un sastre, quien le confeccionó un vestido a la última moda, un vestido con doce botones plateados, como relató su hijo años después. Caminó de un lado a otro por la calle con su vestido nuevo. Luego, la Rebetzin Pearl quedó embarazada de un hijo que creció hasta la edad adulta, el Saraf de Moglanitza. Rabí Jaim Meir Iejiel admiraba mucho a su madre y testificó en nombre de los tzadikim que ella tenía el alma de un gran tzadik. En su funeral relató las palabras de la Torá que se pronunciaron cerca de su muerte y le imploró que rezara por él, sus descendientes y sus rabinos (el Rebe de Ruzhin y el Rebe de Belz). “Madre, madre”, clamó “solo yo te echo de menos”. (No en vano, falleció medio año después). El Saraf afirmó que sufriría vergüenza en los mundos superiores cuando descubriera que él no era el tzadik que ella pensaba que era en este mundo. Varios días después, sin embargo, dijo que la vio y que ella todavía pensaba que él era un tzadik: “como ella es una gran tzadekes (mujer justa), en el Cielo no quieren causarle dolor, entonces le permiten pensar erróneamente que soy un tzadik…” Cuando contó la historia del vestido que provocó su nacimiento, dijo: “Verdaderamente ella atrajo un alma descarada. ¿No soy descarado cuando rezo y reclamo por judíos que no son dignos? ¡Eso es realmente descarado!”

***

En la séptima noche de Pesaj, murió repentinamente la esposa del Saraf. En el libro, “Toldot Haniflaot”, su discípulo relata la maravillosa reacción del Saraf: “Inmediatamente hizo un llamado a todos sus hijos para que tuvieran cuidado de no llorar por su madre en Shabat y la festividad. Inmediatamente después de que terminó la festividad y contó el Omer, le dijo a su asistente que le trajera su ropa de diario. Se quitó la ropa de Shabat, y en el momento en que vistió su ropa de diario, de repente surgió de él un grito intenso, como un trueno retumbante. Al escuchar su llanto sus hijos y todos los presentes lloraron amargamente. En seguida se fue de allí a su casa y se paró a la entrada de su casa donde ella yacía y lloró abundantemente retorciendo sus manos, habló mucho y lloró. Se quedó así durante una hora llorando. Y luego entró, se paró junto a ella y también habló allí llorando profusamente. Luego entró en su habitación y se sentó y comenzó a hablar de ella. Y escuché de su santa boca que dijo: ‘Mi santo abuelo me dijo que ella tiene ruaj hakodesh (inspiración Divina)’.

En el entierro me paré al lado del Saraf de bendita memoria. Él estaba al lado de la tumba y dijo en idish: ‘Estoy poniendo fin a nuestra relación de pareja sólo en lo corporal, pero nuestras almas permanecerán juntas, la santidad continuará entre nosotros. Las unificaciones que un judío hace antes (de la mitzvá de las relaciones maritales) podemos continuar haciéndola juntos’. Todo esto lo vi y lo escuché yo mismo. De todo esto vemos su gran rectitud y maravillosa santidad, y que todas sus intenciones eran para una unificación sagrada. Y ya es conocido y publicitado que él no se involucraba en relaciones maritales hasta que viera el Nombre de Dios, Havaiá, claramente ante sus ojos”.

El Saraf de Moglanitza fue conocido por su entusiasmo y apego a Dios, y por sus elevadas unificaciones. Pero las historias sobre las mujeres justas en su vida son un fenómeno único, a partir del cual podemos entender un poco sobre la raíz del alma del tzadik.

Su madre, la Rebetzin Pearl, era sorprendentemente similar a Sará. Tal como Sará, no podía tener hijos vivos, como Sará era una mujer justa y como Sará tenía un alma masculina. Con respecto a Sará está escrito que “no tuvo un hijo” y los sabios explican que ni siquiera tenía un lugar en su cuerpo para albergar al niño (un útero) hasta que fue creado milagrosamente. El hijo de Sará, Itzjak, era un alma femenina en el cuerpo de un varón, según la regla de “(Si) el hombre da semilla primero, la mujer da a luz una mujer, (si) la mujer da semilla primero, ella da nacimiento a un varón”.

Por supuesto, si la Rebetzin Pearl era Sará, entonces su hijo Saraf era Itzjak. Su abuelo, el Maguid de Kuzhnitz incluso quería que se llamara Irmiahu, el profeta que es paralelo a Itzjak (de entre los tres profetas principales: Ishaiahu, Irmiahu y Iejezquel). Su gran amor por su esposa y la santidad de su unificación, coincidiendo con unificaciones en los mundos superiores, apuntan a su conexión con Itzjak, quien es el único patriarca que no se casó con otra mujer, incluso después de enviudar. Así, el Saraf también enfatizó que la separación de su difunta esposa era solo en un nivel externo, pero en un nivel interior su conexión y su servicio mutuo de unificación continuarían a un nivel aún más elevado.

Del libro “el Saraf of Moglanitza“. Warsaw, 1899.

Fuentes