El cuerpo y el alma están en perpetuo combate; todo conflicto humano surge de la dicotomía de cuerpo y alma, de la tensión entre nuestro yo corporal y la necesidad de trascendencia. ¿Por qué sucede esto?
Porque Di-s creó el cuerpo y el alma en dos fases distintas, tomando polvo de la tierra y soplando luego en él el aliento y alma de vida. ¿Por qué creó nuestro cuerpo y alma por separado, a diferencia de lo que hizo con todas las otras criaturas? Para que el hombre siempre reconociera que hay dos fuerzas distintas en la vida, la material y la espiritual. El lado material es bajo, como el polvo de la tierra, mientras que el lado espiritual viene del sitio más profundo posible, de Di-s.
En el comienzo, cuerpo y alma estaban unidos. El cuerpo reconocía su papel como vehículo para la expresión del alma, y el alma reconocía su necesidad del cuerpo para concretar la voluntad de Di-s. Adán y Eva, en consecuencia, “no se avergonzaron” de su desnudez, pues ésta era tan inocente como la desnudez de un recién nacido.
Pero el primer pecado creó la conciencia del Yo; el yo egoísta independiente había nacido, divorciado de la voluntad e intenciones de Di-s. Los ojos de Adán y Eva “se abrieron” y se avergonzaron de su desnudez, porque experimentaron sus cuerpos como una entidad distinta y percibieron su sexualidad como algo separado de su divina misión. Lo humano se dividió en dos: nuestros deseos materiales y nuestros deseos espirituales. Desde ese momento, nuestra misión incluye la restauración de la armonía entre cuerpo y alma.
De modo que en realidad estamos compuestos de dos elementos distintos, como los hermanos gemelos Jacob y Esaú, peleando dentro del vientre de su madre. Jacob era el hombre manso, el estudioso, mientras que Esaú era el guerrero, el hombre de acción. El cuerpo es el guerrero dentro de nosotros, la fuerza agresiva con capacidad para dominar los elementos de este mundo. En este mundo material, el cuerpo sirve para proteger al alma vulnerable. Un cuerpo sin alma, sin embargo, sería un agresor peligroso sin objetivo ni conciencia.
Y aun así la escisión persiste. Para el alma, el cuerpo es inicialmente una presencia tosca que necesita constante indulgencia. Mientras el alma quiere alcanzar el éxtasis espiritual, el cuerpo necesita comer y dormir. Para el cuerpo, el alma es inicialmente una molestia, una conciencia, que siempre está limitando la conducta del cuerpo.
¿Por qué creó Di-s el potencial para semejante conflicto? Porque el alma necesita ser desafiada y el cuerpo refinado, y la tensión entre los dos en última instancia saca a luz lo mejor de ambos. En última instancia, el cuerpo y el alma deben comprender que son más fuertes con el otro que sin él. Es la resistencia misma del cuerpo la que revela la creatividad al alma, mientras que la orientación del alma le permite al cuerpo usar su fuerza para bien. Un río torrentoso tiene una cierta cantidad de energía, pero cuando se pone un dique y esa energía es controlada, puede multiplicarse muchas, muchas veces.
El primer paso en el tratamiento de este conflicto entre cuerpo y alma es reconocer que el combate existe, y tomar conciencia de las dos fuerzas distintas. En tanto pensamos que somos una entidad monolítica estamos sufriendo una confusión existencial, y esa confusión causa parálisis. Oscilamos entre las demandas del alma y el cuerpo sin reconocer nunca la necesidad de fundirlos en uno. Un día somos virtuosos, al siguiente somos egoístas; un día estamos motivados, al siguiente postergamos todo trabajo.
El modo de aliviar la tensión entre el cuerpo y el alma no es negar a uno de ellos sino integrarlos con vistas a la consumación de un objetivo: espiritualizar lo material. Todas las fuerzas y experiencias del cuerpo están dirigidas a asistir a las nobles y trascendentes tareas del alma.