Ask The Rabbi

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categoría:  Cuestiones de Fe

Nombre del rabino: Rabino Jaim Frim

¿Por qué sentimos tanto dolor?

Hay preguntas que todos nos hacemos a lo largo de toda nuestra vida. ¿Por qué hay tanto sufrimiento en el mundo? ¿Cómo debemos enfrentar el dolor emocional, espiritual y psicológico? ¿Por qué Di-s a veces permite que gente buena sufra tan extremados dolores?

Estas preguntas plantean una paradoja. El hecho mismo de que nos perturbe naturalmente el sufrimiento atestigua nuestra creencia en un Di-s justo y ecuánime, de quien espe­ramos que rija al mundo con justicia. Y aun así, vemos que el dolor y el sufrimiento hacen que mucha gente cuestione la existencia misma de Di-s, o al menos Su eficacia.

No importa con cuánto vigor podamos desafiar a Di-s, nunca aceptamos el dolor como nuestro estado “natural”; lo reconocemos como una experiencia asfixiante e inaceptable, y hacemos todo lo posible por aliviarnos. Aun así, el dolor puede quebrarnos la voluntad e impedirnos pensar con clari­dad y buscar ayuda. ¿Cómo resolvemos este dilema y escapa­mos de las garras del dolor?

Es preciso tener el mayor cuidado al hablar del dolor y el sufrimiento. Aun cuando surgen de experiencias muy reales, a veces demoledoras (la pérdida de un ser querido, una desgracia seria), se manifiestan como emociones y por ello son inaccesibles a un examen racional. ¿Cómo entonces discutir esos temas sin insultar al que sufre? Reconociendo que el dolor emocional, espiritual y psicológico es real, y que las palabras sean cuales fueren, no pueden aliviarlo en realidad. Pero el dolor y el sufrimiento deben ser enfrentados con eficacia v compasión para poder seguir adelante y vivir una vida real­mente significativa.

Toda emoción nubla nuestra razón, y cuando es tan po­derosa como el dolor, puede consumirnos, distorsionando el modo en que nos vemos a nosotros mismos y al mundo. Las emociones son en si mismas una paradoja; son sentimientos naturales, pero hacen que veamos las cosas bajo una luz que no es natural. Reconocer esta paradoja es la clave para desen­trañar el misterio del dolor y el sufrimiento. Están los que tratan de explicar estas emociones. Algunas personas de fe tratan de minimizar el dolor explicando que eso es lo que Di-s quiere para nosotros. Otros usan el dolor como una excusa para justificar la amargura y hasta la conducta maliciosa.

Pero ninguna explicación es suficiente. El más grande pen­sador, el más firme creyente, el más duro escéptico, todos se quedan sin respuestas cuando son ellos las presas del dolor. La persona que sufre forma una clase aparte ella sola. Su do­lor le da la prerrogativa de cuestionar y desafiar a Di-s, o de quedarse en silencio y dejar que el dolor se filtre por su ser. Que aquellos que no han sufrido traten de explicar el dolor de otro (o, en el otro extremo, que cuestionen la fe del sufriente pese al silencio de Di-s), es vulgar y arrogante.

Debemos examinar lo que nos proponemos al cuestionar a Di-s durante los lapsos de dolor. ¿Esos planteos vienen de la ira? ¿Estamos usando el dolor para justificar nuestra respuesta? Por difícil que pueda ser, debemos hacer todo lo posible por no dejar que nuestras emociones nos abrumen; de­bemos recordar que el dolor es una aberración, no una norma y por lo tanto no deberíamos dejar que nuestros pensamientos y dudas aberrantes en respuesta al dolor se vuelvan la nueva norma.               .

Quizás en algún punto nos hemos sentido tentados a resignarnos al dolor, a rendir el espíritu. El dolor puede inclusive llevarnos a apartarnos de Di-s. Pero apartarse de Di-s significa apartarse de la respuesta misma al dolor y el sufrimiento, y por ende dejar que el dolor nos haga víctimas.

Aun en los momentos más profundos de desesperación, debemos comprender que nuestra fe absoluta en Di-S es que nos da la capacidad de reconciliarnos y enfrentar a nuestra pena de alguna manera. En un mundo sin Di-s, el dolor y el sufrimiento serían de hecho estériles. Pero con Di-s al mando, aun cuando el dolor no ceda, podemos aceptarlo como parte del desafío de la vida; nos motiva a buscar respuestas, a explorar nuestra relación con Di-s, y a crecer a partir de la experiencia.

Éste es el gran desafío del dolor: ¿Le permitiremos que nos debilite, o lo veremos como un catalizador que nos permita ir más a lo profundo de nosotros mismos y de nuestras creencias? ¿Permitiremos que las emociones distorsionen nuestro sentido interior de la verdad, o reconoceremos el dolor como una encrucijada de la que saldremos más fuertes que nunca?

Sólo podemos examinar el sentido del dolor antes o después de la experiencia. Durante el dolor y el sufrimiento, hay poco que decir. Por ello, durante los “años de plenitud”, debemos prepararnos para los “años de hambruna”. Cuanto mejor comprendamos nuestras vidas cuando las cosas van bien, mejor nos arreglaremos con el dolor cuando golpee. Un árbol con raíces fuertes puede soportar una tormenta violenta, pero no puede pretender desarrollar esas raíces cuando la tormenta ya se está desencadenando.

Fuentes