Dar la vida por la educación de una manera moderna
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El 12 de Tamuz, la Fiesta de la Redención del Rebe, simboliza la victoria de la educación kosher. Frente al régimen soviético que reprimió ferozmente cualquier actividad religiosa que emanara de ella, y en particular todo lo relacionado con la educación de la generación más joven. Frente a ellos, el Rebe Raiatz, Rabi Iosef Itzjak Shneersohn, envía mensajeros a cada ciudad y pueblo para instalar aulas para el estudio de la Torá, y cosas similares, en situaciones que no son para nada simples y con devoción arriesgando la vida realmente.
Hoy, gracias a Dios, no hay necesidad de dar la vida por la educación de los niños, pero ciertamente es posible tomar y aprender de la historia de la Fiesta de la Redención del 12 de Tamuz, la necesidad y toma de conciencia de hacer todo lo posible para educar a nuestros hijos, desde la infancia hasta la adolescencia, y por supuesto en la juventud, para llevarlos a conducirse de manera que le produzca satisfacción a Dios, al Rebe y también a nosotros.
A veces nos preguntamos: ¿Depende de nosotros? Después de todo, el mundo hace mucho, los amigos hacen mucho, y hoy en día, el Internet hace mucho, y así todo.
No cabe duda de que son muchos los factores que influyen en el niño, y los maestros, profesores, rabinos y consejeros comparten la responsabilidad de su educación, pero es importante recordar que la principal influencia en los niños proviene de sus padres.
Es cierto que puede haber situaciones en las que los consejeros y los rabinos logren educar “a pesar de los padres”. Pero mirando en profundidad, este no es el orden correcto. Se supone que la influencia de los padres está en la cima de la “pirámide”.
En caso de que las cosas se desarrollen de manera diferente y los padres vean que sus hijos están experimentando un distanciamiento y cayendo en un lugar negativo, este es un exilio difícil y amargo.
A muchos les cuesta entender la profundidad del dolor de esos padres, la ruptura interna que se produce en sus corazones cuando ven a sus hijos en las mismas dificultades. Aparte del dolor por sus hijos, son atacados por la decepción interior y la culpa. Se señalan a sí mismos con un dedo acusador y preguntan dolorosamente: “¿Qué hemos hecho?” Y “¿Qué lo causó?” Y se atormentan.
Como judíos creyentes, sabemos que cada descenso tiene el propósito de un ascenso, y cuando el caído asciende y se arrepiente, levanta con él todas las chispas que ha acumulado en los abismos y las intensifica aún más vigorosamente, y “donde están los arrepentidos, los justos completos no pueden estar”. Y definitivamente uno debe recordar esto incluso en tiempos de dificultad e ocultamiento, y tratar desde este punto de vista al niño que ha caído.
Además, en momentos de dificultad, los padres deben desarrollar un pensamiento positivo y la confianza de que si bien ahora ven dificultades, caídas y dolor, no hay duda de que puede ser diferente. El poder del adagio “piensa bien y estará bien” también es hermoso al pensar en el niño y su educación: observar los poderes propios inherentes al niño es una de las herramientas importantes que siempre puede elevar al niño, incluso en situaciones de caída.
Pero para evitar tales situaciones en la medida de lo posible, se debe actuar de manera oportuna: cuando los niños son pequeños, los padres deben tener una verdadera devoción por su educación.