La relación de padre e hijo y la relación de maestro y alumno son diferentes, pero ambas sirven como ejemplo para explicar el tzimtzúm. Lo que caracteriza la relación entre padre e hijo es la unidad mediante el amor entre ellos. El padre ama al hijo y el hijo ama al padre. Pero para que ese amor se haga manifiesto y sea consciente en la mente del hijo, a veces, el padre debe ocultarse. Ese ocultamiento hace que el hijo se sienta solo, como una existencia separada, revelando dentro de sí el amor por su padre. Hablamos de un ocultamiento que no genera rencor, sino que crea la necesidad de iniciar una búsqueda para encontrarse con su padre, un padre bueno y correcto. Ese es el amor que caracteriza la relación entre padre e hijo. El hijo trata de hacer la voluntad del padre sin cuestionarlo porque su padre se siente uno con él. Una relación similar existe entre el maestro y el alumno, entre el rav y el jasid. El aspecto fundamental de la relación entre el rav y el alumno, es que el rav trata de transmitir su sabiduría al alumno para que éste pueda crecer y unirse a él. Eventualmente, y en este ejemplo, el alumno podría llegar a ser más grande que el maestro. Para que el maestro pueda transmitir la sabiduría que posee, primero tiene que ocultarla dentro de su mente, debe separarla, dejando tan sólo una pequeña parte disponible. Esta parte será la que el rav transmita a su alumno para que éste pueda asimilarla. Y a medida que el alumno reciba progresivamente la enseñanza, irá aumentando la capacidad de percepción al hacer suya esa sabiduría. Llegará un momento en que el rav pueda transmitirle todo lo que tiene en su interior sin ningún ocultamiento. Este proceso se identifica con la creación del mundo, desde el inicio hasta la llegada del Mashiaj, momento en el cual, el mundo estará preparado para recibir toda la luz infinita de Dios, sin tapujos ni ocultamientos.