En la Torá hay tres tipos de preceptos: están los llamados decretos, los preceptos que tienen una base lógica y los preceptos que no tienen una base lógica. Algunos preceptos nos hacen vivir mejor. Por ejemplo, cuidar nuestra salud o cuidar a nuestros padres. Hay preceptos que tienen lógica, como estudiar la Torá, ya que aumentamos nuestra inteligencia y el conocimiento sobre el alma. Pero están aquellos preceptos como, por ejemplo, el de la vaca roja, o, los preceptos de Kashrut, que no nos permiten comer ciertos animales. Nosotros no encontramos un motivo lógico para ello, incluso, sentimos que cuando los comemos no hay cambio perceptible en nosotros. Son preceptos que están por encima de la lógica. Al cumplirlos nos estamos conectando con la divinidad. Estamos declarando que hay algo que está por encima de nuestra percepción y que eso es lo verdadero. En general, los 613 ó 620 preceptos deben cumplirse con esta lógica. Hay muchos movimientos reformadores, conservadores o de otro tipo, que tratan de buscar la lógica y explicar cómo los preceptos son buenos para la moral, la salud y la convivencia entre los seres humanos. Eso es verdad, pero ese no es el motivo del cumplimiento de los preceptos. Esa forma de pensar, está influida por la cultura greco-romana que se especializó en separar la Torá y las mitzvot de su origen, que es el mandamiento de Dios.
Nosotros cumplimos las Mitzvot por deseo de Dios. La intención que hay en cada cosa que nos pide, es desconocida por nosotros. Al cumplir las Mitzvot estamos declarando que la esencia infinita existe antes de tzimtzúm.