Los jajamim pusieron muchas restricciones para enseñar Torá a los no judíos. Cada uno tiene que estudiar lo que le fue ordenado, es decir, aquello que necesita para cumplir su cometido en este mundo. El Rebe de Lubavitch y a continuación, el Rav Ginsburgh, explicaron cómo hay que enseñar mediante el Jasidut. Aclaramos especialmente que, hay cosas que son para los judíos y otras que no. Sin embargo, toda la enseñanza es apta para todas las personas, es más, no sólo apta, sino casi obligatoria para toda la humanidad de nuestra época. Esperamos que cualquier persona, al margen de la condición de judío o no, se acerque y estudie con nosotros todos los temas que proponemos.
Los jajamim se cuidaron mucho de limitar la enseñanza por temor a los efectos negativos que ésta podría producir en la mente de aquellas personas no preparadas; se podría dar pie a malas interpretaciones, generando conceptos equivocados en las cabezas propias. A pesar de estas medidas, durante miles de años se crearon religiones que llevaron esas enseñanzas sesgadas y adulteradas a todo el mundo, y que evidentemente, más que refinamiento produjeron confusión.
Lo que nos debe quedar claro es lo que corresponde hacer a cada persona. La Cabalá y el Jasidut, tienen que ser estudiados incluso antes de nacer. Cuando la madre está embarazada tiene que estudiar Jasidut y Cabalá y tratar de que ese sentimiento, esa inspiración que ella recibe llegue a su hijo que tiene adentro; entonces, no hay restricciones de edad. La restricción no es para la persona que recibe la enseñanza; simplemente se trata de que, quien brinde la enseñanza conozca las restricciones que debe aplicar cuando transmita los conocimientos para que el receptor la reciba como alimento, información, enseñanza útil sin desviarlo del camino.
En realidad, todos los países están dispuestos a ser felices, a compartir la riqueza, a vivir en paz, en democracia, – democracia es una palabra que no me gusta mucho-pero vivir respetando el derecho y la voluntad del otro. Evidentemente, los gobernantes que tenemos no están aptos para administrar el mundo; ocurre lo mismo con la Cabalá. El problema de la Cabalá no es la gente que a ella se acerca con inocencia y buena intención, con ganas de conectarse con Dios, sino las personas que la transmiten, la forma en que se estudia y los contenidos que se enseñan.
Nuestro trabajo en esta generación es preparar a la gente para recibir al Mashiaj y como dice el Rebe “para recibir al Mashiaj, la llegada de la redención, no hace falta más que abrir los ojos”. Siempre volvemos al comienzo.