Un poco. Está escrito que para crear a Adam HaRishon, el primer hombre: “Dios juntó tierra, polvo de todos los puntos del planeta, de los cuatro puntos cardinales e insufló en su nariz un espíritu de vida”. Una persona sin ese espíritu de vida, sin esa inspiración, -sin que la persona sienta que dentro de ella hay un alma que le está dando vida-, es como un golem, es como un robot, como un animal que hace las cosas simplemente llevado por su naturaleza; la persona revela la verdadera existencia que es esa chispa divina, a través de Jasidut, a través del estudio profundo de la Toráh.
El Admur HaZaken decía que todas las parábolas son completamente imperfectas porque si decimos que Dios es todo y Él antecede a toda existencia, entonces ese espíritu divino ya estaba antes; pero para nuestra mente, primero creó las cosas de este mundo material, -como se explica en el Arizal que primero hubo una contracción, y luego invistió ese rajmanut, esa Luz limitada para que pueda investirse dentro de los recipientes-. Entonces, ese insuflar es como poner esa Luz divina en forma limitada dentro del cuerpo para que lo haga existir, para que el hombre adquiera un nivel superior al resto de la creación; y es esa diferencia entre el hombre y el resto de la creación.