Según la ley judía, la judeidad está determinada por la propia madre: Si la madre es judía, lo es el niño. Los judíos son “escogidos” en el sentido de que tenemos una responsabilidad para revelar la gloria de Di-s para el mundo y para santificarle. El mero hecho de que somos los descendientes de los patriarcas hace de este nuestro mandato y destino, nos guste o no. Sin embargo, cualquier persona que desee compartir este destino puede optar por hacerlo a través de una conversión válida. Algunos de los más grandes judíos que han existido fueron conversos al judaísmo. Por cierto, el Talmud establece que el judío es por naturaleza compasivo, tímido, y bondadoso – pero esto, por sí mismo, no hace a uno Judío.